miércoles, 6 de diciembre de 2017

Estados Unidos y la capital de Israel

Se pudiera decir que este reconocimiento por parte del actual Presidente de los Estados Unidos, casi como regalo navideño para Israel en los inicios de este mes de diciembre, será como abrir la tapa de la caja de Pandora. Desde  ya se están sucediendo las quejas y protestas, hasta el Papa ha puesto su granito de arena, levantando su voz en contra de esta decisión de Donald Trump. Si las cosas entre palestinos y judíos no andaban muy bien, a partir de ahora estarán peor.

Sin embargo deberíamos culpar al mandatario norteamericano de lo que inevitablemente sucederá; si somos francos y objetivos, deberiamos culpar al Imperio Romano de todo lo que está pasando.Haciendo  una regresión al tiempo nos encontraremos que es muy difícil para no decir imposible, alcanzar una demostración de la existencia de un pueblo palestino en la literatura antigua.

En realidad el vocablo Palestina no existía en la Biblia, aunque algunos intenten identificar a los paletinos con los antiguos filisteos, que según algunos historiadores los ubican por la isla griega de Creta y que llegaron a Canaán unos cuantos siglos antes que Cristo y también dejaron de existir como pueblo antes que el hijo de Dios se paseara por la tierra.

La Historia también nos cuenta que el pueblo que hoy se identifica como palestino, tocaron tierra de Judea mucho tiempo después, léase siglos, que los filisteos bíblicos dejaron de existir y supuestamente con la invasión musulmana. Cierto es que ese pedacito de tierra desde hace tanto tiempo disputada, ubicada historicamente al norte de Mesopotamia y al sur de Egipto, fue escenario de numerosas conquistas asirias, babilonicas griegas, romanas, árabes, cristiana, sin dejar de mencionar la inglesa más cercana en nuestros tiempos.

Los textos mencionan que en medio de esta turbulenta historia de conquistas, los israelitas consiguieron establecerse entre el Mediterráneo y el río Jordan, mil años antes de la era cristiana y eligiendo para su capital a un pueblito jebuseo de origen cananeo y que fue nombrado con el nombre que hoy conocemos como Jerusalén.

Los macabeos alcanzaron la independencia al terminar la conquista helénica, pero apareció el Imperio Romano y aunque los judíos se resistieron constantemente, los emperadores romanos terminaron por arrasar Jerusalén y ni aún así tenían control total por las constantes sublevaciones judias... y hasta el momento nada de Palestina que nos cuente la Historia.

Un siglo después de Cristo y sofocada una cruenta sublevación judía contra la dominación romana del emperador Adriano, que necesitó enviar la módica cifra de ochenta mil hombres para alcanzar la victoria, la vida cambió dramáticamente para los judíos y su amada Jerusalén, que les fue prohibida visitar y para eliminar toda identidad de su pueblo, sustituyó de un plumazo el nombre de Israel o Judea por el de Palestina y es entonces que en el siglo II, según los textos de historia, es que aparece este nombre en los mapas y que hace referencia a los filisteos.

La Palestina de aquellos tiempos no prosperó y fue empobreciéndose hasta practicamente desaparecer; en el siglo XIX los viajeros la describían como una tierra en donde podias viajar enormes distancias sin encontrar vida humana. Fue con el nacimiento del nacionalismo arabe y judío que la palabra tomó mayor importancia, cuando los sirios acusaron a los sionistas de haber creado la palabra Palestina para quedarse con una parte de Siria. Es de imaginar que no habían leído suficiente sobre la historia pasada.

Con el terminación de la Primera Guerra Mundial, por mandato de la Liga de las Naciones (creada al final de la guerra) Palestina quedó bajo el amparo británico, que determinó que todo aquel que naciera en dicho territorio, con independencia de que fueran judíos o árabes, eran palestinos. Así que lo iniciado por el Imperio Romano, el Imperio Inglés lo fue enriqueciendo para complicar las cosas aún más.

Terminada la II Guerra Mundial la situación en la Palestina era insostenible para los ingleses, que no podían controlar las demandas judías, al tiempo que los árabes también no dejaban de tirar de la misma soga, pero en sentido contrario; así que llevarón el caso a la ONU, que acababa de nacer, con la espera de una condena a las exigencias judías, pero no sucedió lo que esperaban, sino que las naciones votaron por el fin de la presencia inglesa en Palestina y la creación de dos Estados: uno judío y otro árabe.

Más que calmar la tensa situación, el Medio Oriente reaccionó amenazando con borrar del mapa al recién nacido Estado de Israel, promesa que intentó cumplir, tomando en cuenta  que el naciente país, practicamente no contaba con poderío militar. Se dice que no poseían ni tanques, ni aviones. La guerra terminó varios meses después con un armisticio y unas fronteras que muchos catalogaron de arbitrarias y un mundo árabe que hizo todo lo posible por doblegar a sus nuevos vecinos, hasta que en 1967 una coalisión árabe (Egipto, Jordania, Irak y Siria) exigió en la ONU la retirada inmediata de las fuerzas de paz desplegadas en la zona. Ya podrán imaginar para qué nobles objetivos.

Al igual que sucedió en la anterior confrontación bélica, el Medio Oriente supuso que juntos lograrían hacer valer sus exigencias y de ser posible hacer desaparecer el Estado Judío del mapa, mientras que Israel, según consta en algunas transcripciones, no suponía que lograría una victoria tan aplastante y en tan pocos días. Cierto es que a pesar que Egipto y otros tantos comenzaron a desplegar sus trapas hacia la frontera con Israel y claro está no con buenas intenciones. El primer disparo no lo hicieron ellos.

La Historia la reconoce como la Guerra de los Seis Dias; una fulminante guerra corta, que cambió el mapa en el Medio Oriente y multiplicó por dos el tamaño de Israel, en detrimento de Egipto, Jordania y Siria,  al mismo tiempo que llevó a los palestinos a una situación mucho peor. Aunque quieran decir lo contrario, lo cierto es que los países árabes a partir de ese momento comenzaron a preocuparse más por recuperar sus territorios perdidos y en ver cómo protegerse de su poderoso enemigo, que en la causa palestina.

Ahora en el Siglo XXI, desde  la salvaje norteamérica, a su gobierno se le ocurre darle trabajo a la ONU, justo cuando desean irse de vacaciones navideñas, decidiendo colocar la placa de su enbajada nada menos que en un territorio en disputa. En realidad siendo Jerusalén tan importante en la historia de una buena parte de los humanos, bien podría pertenecer a toda la humanidad que se sienta identificada con los que la han llamado Tierra Santa y con ello intentar solucionar un histórico problema.

Es posible que necesitemos de unos cuantos siglos más y otras tantas guerras para determinar quién llegó primero y si fue llamada Palestina o Israel... pero seamos justos, que Donald Trump pretenda poner su embajada ahí, no es la causa del problema, más bien las consecuencias.







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