
Con tu sabiduría milenaria nos guiaste por el correcto camino, apartando del rebaño a la obeja descarriada, a la débil, para convertirnos en fuertes, incorruptibles y unánimes.
Inteligente como no habrá otro, nos tapaste ojos y oidos, para que no fueramos envenenados por los cantos de sirenas de un mundo decatente y agonizante.
Y si todo eso no fuera suficiente, nos enseñaste a pasar hambre, a vivir sin comodidades, a renunciar a la vida si fuera necesario, porque esa es la única manera de convertirnos en
los hombres del futuro.
Ahora no me acostumbro a tu ausencia pasajera, ya sé que estás junto a nosotros y que reflexionas y nos aconsejas; que estás firme y aparecerás en cualquier momento guiándonos como de costumbre, con tu imagen viril, convocándonos a construir el Hombre Nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario